lunes, 13 de diciembre de 2010

Eso que llaman mística

Por FACUNDO BÁÑEZ

Otra vuelta. Otro festejo. Una nueva demostración de lo que puede dar este club que, hace ya más de cien años, nació del sueño impostergable de un puñado de jóvenes que sólo querían una cosa: jugar a la pelota.

¿Es eso la mística?

Tal vez en ese origen lúdico, genuino y noble haya que encontrar las raíces de este Estudiantes de La Plata plagado de hazañas y batallas épicas dentro de los campos de juego.

Fue campeón en el mismísimo Old Trafford. Conquistó la Libertadores en los años sesenta y a principios de este siglo. Y ayer, como se lo imponía su propia historia, se dio el lujo de festejar su quinto título en tierras vernáculas.

Ninguno de estos triunfos, sin embargo, ninguna de estas hazañas de aquí o de allá, podrán ser capaces de opacar los verdaderos valores de este club nacido en una zapatería de la calle 7: el sacrificio y el trabajo silencioso pero tenaz que desde siempre lo caracterizó.

Son esas sus banderas. Son esas sus verdaderas armas. Y cualquier hincha de Estudiantes que alguna vez tenga que explicar qué significa la mística, tal vez ni siquiera necesite repasar el historial de títulos que agigantan al club de sus amores. Tendrá sólo que hablar de la verdadera esencia del club: su humildad. Esa fuerza que lo hace más fuerte cuando todos lo creen más débil.

¿Es eso la mística?

Salvando las distancias subjetivas que cualquier amante del fútbol pueda tener, nadie que se precie de entender este deporte puede a esta altura creer que este club se dará por vencido en una noche de copa o en una final. No importará el rival, el lugar donde se juegue ni los minutos que falten para el pitazo final. A Estudiantes de La Plata nunca se lo puede dar por vencido.

Tal vez sea esta forma de ser o el propio folklore del fútbol los que, en el tren de los prejuicios, hayan posicionado a Estudiantes como un club alineado con una cultura pragmática, que apuesta a la búsqueda del resultado como único objetivo y que jamás le importa las formas para obtener una victoria.

Falso. Prejuiciosa e ignorantemente falso.

Este equipo que ayer se consagró campeón seguramente sea el que mejor demuestre que el alma de Estudiantes, su real esencia y razón de ser, significa otra cosa. De ninguna manera Vélez, su rival en este torneo, tuvo las dolorosas espinas en el camino que atravesó Estudiantes. El equipo de Sabella debió reinventarse en cada partido y renacer fecha tras fecha para demostrar que, aunque sin delanteros durante casi todo el torneo o con ausencias fundamentales en partidos cruciales, igual siempre hay que animarse a conquistar la gloria.

¿Es realmente eso la mística?

Este equipo, este plantel de gladiadores, recibió también muchas críticas en su exitoso pero arduo peregrinar por el torneo. Desde varios sectores le pidieron más juego, más técnica, más lujos, más osadía. Todos ellos, los que pedían más, se olvidaron de pedirle algo que tal vez no conozcan en su real profundidad pero que a Estudiantes, a lo largo de su historia, demostró sobrarle: trabajo, sacrificio y humildad.

¿Es eso la mística?

Esta condición de equipo enorme que ahora el mundo del fútbol le reconoce a Estudiantes es, tal vez, la misma que el planeta entero le celebra por estos días al propio Barcelona. Sus últimas victorias en la liga española, con la goleada al Real Madrid incluida, no hacen más que agigantar todavía a una escala mayor la final del mundo que le jugó Estudiantes hace apenas un año. Enaltecen a estos jugadores y ponen en el bronce el trabajo de ese estratega sabio y silencioso llamado Alejandro Sabella. Y para quienes puedan entender que en estas líneas acaso se cometa una exageración, basta con decir que la mejor prueba estuvo precisamente en la final de Abu Dhabi: fue Estudiantes el único equipo en esta era que tuvo de rodilla al gigante catalán y el último, hay que decirlo también, que logró hacerlo sufrir de verdad.

Ahora, mientras las bocinas todavía resuenan por toda la ciudad, las estadísticas dirán lo innegable y las opiniones de quienes fueron detractores de esta obra elaborada en los pizarrones de City Bell seguirán pululando en el éter como lo que son: metáforas de una ideología improbable y siempre afín a la filosofía del cafetín. Mientras tanto, al tiempo que las palabras siguen su curso, Estudiantes de La Plata se encarga de poner las cosas en su lugar y, como lo marca su tradición de cabal ganador, dar una vuelta olímpica más. Otra en su rica historia. Para ellos, los que no creyeron en una nueva hazaña pincharrata, sólo queda la modesta comprensión y una humilde sugerencia: la mística, ante todo, es un don que apenas unos pocos son capaces de recibir. 

DIARIO EL DÍA

NOTA:  Los resaltados son míos.

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