martes, 18 de mayo de 2010

El campeón que no ganó el título

Dignidad, juego y orgullo fueron las caras que ofreció Estudiantes hasta la última fecha, en la que goleó a Colón por 4 a 1 y mostró su grandeza en la adversidad; al final, disturbios destiñieron la jornada

Por Ariel Ruya
Enviado especial

SANTA FE.- Estudiantes fue campeón. Duró apenas un suspiro, un soplido en el Paraná. Once minutos que se parecieron a un corto de fantasía. Una película sin final. Entre las 16.30, cuando Boselli comenzó la construcción de su obra maestra y el grito ajeno, desde un Palacio porteño, pasaron exactamente once minutos en los que el León, el mejor conjunto del fútbol argentino -que lo sigue siendo, aun en la sutil diferencia de primeros y segundos- tuvo la gloria entre sus brazos. Y la dejó escapar, casi sin darse cuenta, entre piernas gastadas de batallas domésticas y externas, algunos días antes de esta soberbia demostración de dignidad, juego y orgullo, un 4-1 frente a Colón que confirma la tendencia. Que Estudiantes es un ejemplo. De cómo ser cada día más grande aun en la decepción.

Las piernas heridas. La ausencia de Braña. El cuerpo maltrecho de Sosa. La lesión de Fernández. Aun con su plantel exquisito, Estudiantes sintió el desgaste por ser valiente en dos competencias tomadas con el debido respeto. Hasta aquí llegó: un peldaño debajo de Argentinos Juniors. Para su fantástica reseña de héroes y conquistas, un subcampeonato tiene sabor a dolor. Aunque no debería tomarlo así: en tiempos en los que pocos arriesgan todo a ganador, tal vez el viejo León pueda quedarse sin una recompensa. Lo que quedará guardado por siempre será, en cambio, la manera en la que escribió esa historia. Su límite siempre fue el cielo. No sabe de medianías.

¿Y por qué no se consagró, entonces? Hubo un partido, hubo un responsable. El 0-0 frente a Rosario Central, el domingo que pasó, resultó algo así como el principio del fin. Sin juego, sin potencia, sin agresividad y con un codazo de Sebastián Verón, el emblema, para recortar y guardar. Para no olvidar. Por esa acción, tal vez, Estudiantes empezó a confundirse. Que los arbitrajes, que la AFA, que ciertas culpas ajenas. Esa imagen no transforma, claro, otra fantástica producción local, aunque la desfigura a su manera. El error de Verón no fue una equivocación más. Produjo, en parte, este final de moral altiva y corazón partido.

www.canchallena.com.ar DIARIO LA NACIÓN

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