lunes, 25 de enero de 2010

HASTA EL CIELO LLORÓ

Nos mandó este correo el Amigo Julio Cortés, que es criado en un pueblo del interior de la Provincia de Buenos Aires y actualmente vive en Capital Federal, donde nos cuenta, su tarde a la distancia con la final del Mundial de Clubes, y también, deja entrever sus origenes Pinchas, su seguimiento de la rojiblanca a tantos kilómetros de La Plata, cuando no había toda la tecnología de comunicación que hay hoy en día. Gracias Julio


Y HASTA EL CIELO LLORÓ…

“Que lástima, perdió!”.

Así de escueto.
Como son los SMS.

Y así de contundente.

Lucía, mi hija menor, trataba de consolarme a la distancia de los 350 km. que separan nuestro amor.

Antes, justo con la pitada final, Nahuel –mi hijo mayor- con su proverbial mala leche me llamaba desde Málaga para deslizar una gastada en favor de su “Barça” que adoptó como hogar sustituto a la miseria de la que eligió rajar hace 30 meses ya .

El Chavo Desábato –su rostro en realidad- era sin lugar a dudas, el espejo de mi rostro.

Los comentarios.
Las puteadas contra ese “pecho frío” de Messi, que hace un carajo en la selección y de culo ( baaah, de pecho ) mete el 2 a 1, ¡ y encima lo grita con locura!!!. “¡Pero claro, si ese no es argentino !!!”.

Con la memoria y la historia de tres generaciones Pinchas sigo, hasta ahora –y vahos mediante- con la rojiblanca puesta, encarnada “yquenomelasaconuncamás”.
Orgulloso. En la derrota, “parao”.
Por la calle, “parao”. Recibiendo los aguantes de la gente, como si yo hubiese estado ahí, en el medio del verde empetrolado de Abu Dhabi.
Y claro, respondo a esos gestos, con otros gestos pausados, tristes, siempre dignos. Casi como si fuera uno de esos leones. Haciéndome cargo de la extraña gloria del vencido. Uno más el tipo. Eso. Como si hubiera corrido los 120 minutos…

“Soy de River, pero te juro que… y me vas a ver. En la tele me vas a ver: a ese puto de Messi piedras le vamo a tirar cuando venga pa la selección.¿ Viste como gritaba? Y claro, si se fue de pibe, no es argentino ”.
Así me decía un vecino, con todo ese chovinismo del que siempre escapo.
A pesar de eso, y morigerando sus sentimientos, sentí grande el afecto…

El día había comenzado chivo. Había sido gestor de desarrollar una actividad… ¡a partir de las ¡13.30 !!!. Si, yo, si. Nada. No me fijé. Y ya después no podía sustraerme al compromiso.

Y bien, al menos el primer tiempo me veo. Dije

Sólo. En la misma soledad con que junto a mi familia vivía fuera de La Plata natal, en un querido municipio de provincia. Éramos tan pocos pinchas…Yo, el único de la escuela…

Y todo venía como de premonición: no se veía un carajo la tele de la parrillita de Díaz Vélez! Como en los 60, cuando había que salir corriendo a mover la antena…

Y después el gol maravilloso de Mauro, gritado hasta el infinito ( toda vez que una sola voz maltratada pueda aspirar a ese insondable destino) GOOOOOOOOOOOOOOOOL
Punto.
Uno a cero.
Se terminó el primer tiempo.
Uno a cero.

El cielo se volvía gris. Cada vez más oscuro el cielo de Almagro.
Llegó Raúl, y su abrazo me cobijó de toda soledad e incertidumbre. De Racing es Raúl.
Y venía con la Spica chiquitita que le había pedido que traiga porque en el plenario seguro iba a encontrar el momento para ver como íbamos.
Venía a buscar las fotocopias de los documentos.

De pronto, con el pitazo del árbitro mejicano, casi como si le hubieran concedido el permiso, se abrió el cielo, y cayó toooooda el agua que hay ahí arriba. Toda.
Se nos vino encima como los gallegos, se nos vino.

Viento. Mucho viento. Y mucha lluvia.

Zas!. De pronto se cortó la luz.

Fue como un milagro. Un extraño deja vú.

Ahí estaba, como cuando tenía nueve años. Pegado a la radio escuchando la final del mundo. Como en el 68. Como una premonición…

“Los samurai, cuando van a la guerra, se cortan la cabeza”. Eso dice Coco Martínez, mi amigo, mi hermano director de teatro, para que entendamos cual es el nivel de asimilación técnica y de entrenamiento que debemos tener, para que, cuando en escena, no haya que pensar ; sino hacer, sentir, saltar al vacío.

Bien. No pude ser samurai.

Ok. No era mi función… Yo no estaba en la cancha… aunque después saludara como cualquiera de ellos… yo no estaba…

Pensé.

Si.
Me acordé de mis viejos. La radio –el relator- decía: “faltan nueve minutos para la gloria”. Y yo ya se lo dedicaba a mis viejos. A mi viejo. A mi abuelo.

“cinco minutos para repetir la hazaña de Inglaterra” decía la radio…

“Está todo inundado el centro cultural, no, no vino nadie… ¿cómo van?. Bueno, no te quedés a festejar, vení así vemos que hacemos”.
Eso dijo Ricardo: “no te quedés a festejar”.

No terminé de apagar el celu cuando ese que ni siquiera apellido tiene, nombre sólo tiene, faltando dos minutos. D O S M I N U T O S -y no sponsoreo ningún grupo heavy- metió el cabezazo .

La luz había vuelto pero la tele no arrancaba. Raúl fue a ver la instalación.
“¿Es la térmica o el disyuntor?” preguntaba.
El señor que había entrado con la morocha de las tetas , se condolía sin saber exactamente de que, calculo que por mi cara.

El resto es historia.

Ateo consuetudinario, materialista por elección , mi momentáneo desvío hacia los augures premonitorios, la vieja Spica y los cortes de luz, el recuerdo de papá y del abuelo. Todo se fue indefectiblemente al carajo. Al mismo tiempo que por primera vez la risa nerviosa de Pep Guardiola habilitaba un festejo que la parcialidad catalana imaginó mucho menos difícil.

“Si, pero con mucha dignidad. Así duele menos la derrota hija”

Eso le contesté por mensajito a Lucía .

Perdimos.

La brujita había dicho que “si quieren ver un espectáculo, vayan al teatro, nosotros venimos a ganar”.

Lo que él tal vez no pueda dimensionar aún es que, además de la pretensión explícita de ganar que demostraron , dieron el espectáculo más importante que pueda ofrecerse: la entrega total, la gallardía y la vergüenza deportiva con que, ellos que si “se cortaron la cabeza” como los samurai de Coco, disputaron esta final.

En el contexto de actores –los 22 en el campo- y de los millones de espectadores que vibramos la peripecia de una cuasi tragedia, casi todos los que suponían saber como terminaba la historia estuvieron en inspiración forzada hasta el minuto 88.

Y yo, ateo consuetudinario, materialista por elección, agradezco al viejo y al abuelo
- ¿a sus sombras, a sus fantasmas?- este orgullo de tener un corazón rojo y blanco.

Julio Cortés

No hay comentarios:

Publicar un comentario

SI LLEGASTE HASTA ACÁ Y QUERÉS SEGUIR LEYENDO, hacé click en ENTRADAS ANTIGUAS