domingo, 24 de enero de 2010

"CUANDO SEA GRANDE" Un Cuento de Iván Sadovsky

SI QUERÉS TENER UNA COPIA DEL CUENTO, MANDANOS UN CORREO Y TE LO REENVÍAMOS

Anoche, domingo 9 de agosto de 2009, Iván Sadovsky fue invitado al progama de Alfredo Teruggi que se emite a las 22 hs. por FM LA REDONDA 100.3.

Leyó el Cuento y lo grabamos, acá lo podés escuchar. Abajo, está la entrada original de cuando le regaló a la Agrupación y lo publicamos en caracter de primicia.


IVAN EN LA REDONDA.mp3 -

Esta es la entrada original de Febrero de este año, luego de que Iván nos mandara el Cuento

Iván Sadovsky está sumamente creativo. Nos envío con caracter de primicia el último cuento que escribió, donde junta en el retiro de Caldera a las glorias Pinchas.

Incluyo antes la dedicatoria para la Agrupación, lo cual nos llena de orgullo, y es entonces, que cada vez lo consideramos más la Sucursal de Apertura Pincharrata en la ciudad de La Plata:



A propósito del anuncio de retiro de José Luis Calderón…..


Hace unos días me enteré por la radio del retiro de Caldera en la fecha 18 contra Colón….
José Luis Calderón y yo tenemos la misma edad.
Ambos nacimos en Octubre de 1970, con cuatro días y cuatrocientos kilómetros de diferencia.
Cuando escuché que José Luis se retiraba, de golpe se me vinieron todas las primaveras encima…
Podría decir que cumplí todos los años juntos.
Mientras Calderón jugara a la pelota yo seguiría siendo un chico igual que él.
Hoy, 17 de Febrero, mientras escribo esto, se cumplen 28 años de la muerte de Alberto Zozaya.
Cholo Doporto, el Abuelo de Sol, mi compañera, desde Huanguelén, me cuenta que vio jugar a los Profesores en cancha de San Lorenzo y me relata la formación de memoria.
Su Mamá, la Bisabuela Isabel Larumbe era Pincha aunque no supiera ni jota de fútbol.
Le gustaban los colores. Jamás pisó la Ciudad de La Plata.
Y yo lo vi jugar a Calderón…
Dos tramos de la misma historia…
Dos partes de la inacabable historia de Estudiantes de La Plata, ese Estudiantes que aprendí a amar guiado por Luis Raimundo, el Papá de Dieguito, mi amigo desde primer grado.

Jamás podría haber escrito este cuento que van a leer de no ser por Claudia Zozaya, la hija del Profesor Alberto, quien me abrió la puerta de sus recuerdos, y de Néstor Carlos Mercerat quien compartió conmigo sus vivencias pincharratas y su pretemporada en Necochea con los Campeones del ’68 cuando, por orden de Don Osvaldo, un Campeón del Mundo lo llevó a tomar un helado….
A ellos y a través suyo:
A Marcelo Zozaya
A Marita e Iñaki,
A Juan, Rodrigo y Rosario, los nietos de Don Alberto y a Julia, Juana y Simón, sus bisnietos.
A Bruno, Clarita y Chulo Raimundo, los nietos de Luis.
Y por supuesto, a José Luis Calderón, Alberto Zozaya y a todas las Glorias de Estudiantes de La Plata…. ( y también de mi Estudiantes del Parque Saavedra )
De corazón (rojiblanco)….
Eternas Gracias!

Iván Sadovsky


Cuando sea grande…
“En este Club a los viejos se los respeta”


A nuestras Glorias

I

Hay cosas que pasan sólo una vez en la vida….
y aquella tarde fue, definitivamente, una vez en la vida.

El clima estaba más o menos templado. Como a las tres menos cuarto empezó a nublarse y los autos ya no circulaban tanto.
Calle 1 había quedado casi desierta, y ya no había gente que fuese y viniese con ritmo desenfrenado.
La parada del 214 no tenía más de 3 personas, y eso que tenía que llegar hasta Berisso igual que el 202, ese que va hasta el Jardín 904 del Barrio Obrero.
Néstor y su Viejita que ya va por los 80, comen una pizza de panceta con ají parados en la barra de Bacci de diagonal 79.
La especialidad de la casa después de la Tercera que mata.
La cancha había quedado vacía hacía ya varios meses. El pasto, descuidado, crecía sin miramientos.

II

Don Alberto está sentado sobre una pelota de tiento detrás del arco que da al Industrial Albert Thomas con la mirada perdida en algún punto del césped, como queriendo revivir alguna jugada que no había salido bien durante el partido.
Don Alberto es Alberto Zozaya, el hombre que juega y da vida a los míticos Profesores.
No levanta ni por un segundo la mirada, aunque la tarde se haya nublado y esté a punto de largarse a llover.
Tiene muchos años y sin embargo está igual que en 1931 cuando clavó 33 en un solo campeonato y fue el goleador del primer torneo profesional del fútbol argentino.
Está igual que cuando hace algún tiempo ya, en su casa, jugaba con la sangre de su sangre.
Cuando Claudia, la niña mimada, y Marcelo, callado, introvertido y con una pegada exquisita idéntica a la del Profesor, pasaban tardes enteras escuchando a Papá Alberto contar cuanto le gustaba hacer goles de cabeza porque le sacaba un cuerpo a los defensores rivales.
Está igual que cuando soñaba ser el bisabuelo de Julia, de Juana y de Simón, aunque aún no hubieran nacido Juan, Rodrigo y Rosario, sus nietos.

Nadie lo sabe, pero Don Alberto está esperando a alguien. Hay cosas que pasan una sola vez en la vida.

De golpe un ruido lo saca de su concentración y lo hace levantar la vista.

A los lejos, por el costado de la cancha, se acerca un chico caminando. Trae una pelota entre las manos y la hace girar mientras masca un chicle.
Viene de Defensores de Cambacéres para hacer historia como hace muchos años vino Alberto desde Entre Ríos.



III

- Que hacés pibe, te estaba esperando – le dice Don Alberto extendiéndole la diestra para saludarlo – Tenía ganas de conocerte.
- Hola, yo soy Calderón – contesta tímido el pibe mientras estrecha la mano de Zozaya.

Cuando el tiempo se detiene, es inútil tratar de contarlo…
Y esa tarde el tiempo se detuvo.

Un sol radiante comenzó a asomar por entre las nubes que anunciaban chaparrones un instante antes y ya nunca nada volvió a ser lo mismo.

- Me contaron que estás por colgar los botines - dice Zozaya para romper el hielo.
- Si Don, ya tengo casi 39, creo que este es el último que juego.
Vengo peleándola desde hace mucho y ya va siendo tiempo de largar. Hay que dejarle el lugar a los más pibes, vio?
Recién, cuando venía para acá, me acordaba que el último gol en esta cancha lo hice yo en un partido contra Gimnasia.
La mirada de Calderón se nubla de golpe, como cayendo en la cuenta que los goles tienen fecha de vencimiento en la cancha pero no en el alma de la gente y se tapa las manos con la cara mientras pisa la pelota.

Zozaya paternalmente le acaricia la cabeza y bajito, casi al oído, le dice:
- No llores pibe, hiciste tantos goles en Estudiantes que nunca nadie se va a olvidar de vos. Fijate si no en mí, que los hice allá por el ’31 y todavía la gente se acuerda. No llores que vos sos parte de la historia del club y eso no te lo puede quitar nadie.
Calderón se seca las lágrimas con la camiseta número 9 y le sonríe a Zozaya.
- Gracias Alberto, si me lo dice Ud. que vive en la historia del club se lo creo. Igual me pone un poco triste dejar de jugar.
- Tranquilo, tranquilo, a todos nos pasó lo mismo cuando colgamos los botines – dice Zozaya y mira la pelota.
Me la prestás? Me dieron ganas de hacer unos jueguitos.
El gran Alberto Zozaya se vuelve luz con una pelota.
Cuanto hace que no hacía esto, nene! No sabés como lo extrañaba!
Tenés ganas de patear un rato ? Tengo algunos amigos para que hagamos un picadito.
- Más bien don Alberto, yo quiero jugar siempre - Responde José Luis - mientras para de pecho el centro que tiró Zozaya.
- Ya lo sé pibe… ya lo sé…. Te veo todos los domingos desde la platea preferencial.
Esperá que le chiflo a unos amigos que siempre se prenden a jugar.

Zozaya se lleva los dedos índice de las dos manos a la boca y emite un chiflido que aturde. Por las dudas lo repite.
No pasa nada.
- Siempre lo mismo con estos pibes! Se deben haber quedado charlando en los vestuarios – dice – es que hace mucho que no se ven, sabés?
Vuelve a chiflar dos veces con la misma intensidad.
A los pocos segundos un chirrido metálico interrumpe el silencio del estadio. Es el sonido característico de la puerta del túnel que lentamente comienza a abrirse. Por ese hueco en el corazón del césped comienzan a salir de a uno en fila: el “Indio” Guaita, Alejandro “el Conejo” Scopelli, el “Nolo” Ferreira y Miguel Ángel “Flecha de Oro” Lauri, todos vestidos con la camiseta de Los Profesores.
La camiseta de Estudiantes de La Plata.

Todos saludan a Calderón estrechándole la mano.

Estos juegan conmigo - dice Zozaya - ahora llamo a los de tu equipo.

Don Alberto nuevamente se lleva los índice a la boca y vuelve a emitir un silbido matador.
Otra vez nada…
El Conejo y el Indio, que jugaban unas cabezas a unos metros de distancia, comienzan a reírse por el fallido.
- Hey, Padilla, que pasa ? Te estás poniendo viejo ?
Zozaya los mira y se ríe.
- Viejo yo ? Viejo es el viento y todavía sopla.
Otra vez el chiflido ensordecedor.
- Voy a tener que afinar la puntería – le dice Zozaya por lo bajo a José y larga la carcajada.
Ahora van a ver estos dos.
Un chiflido más ensordecedor aún.

Por debajo de la techada, al trote, aparece Osvaldo Zubeldía con un pizarrón bajo el brazo y unas tizas en la mano.
No hay tiempo para saludos ni presentaciones.
- Calderón, usted juega arriba, de 9, pero va a jugar con la camiseta número 4 así los del otro equipo no van a saber que lo tienen que marcar, me entendió?
No lo hago jugar con la 2 porque esa está reservada.
- Don Osvaldo, yo voy al arco de 57 – grita el flaco Pezzano poniéndose los guantes a las corridas y dejando la carterita de cuero con los documentos y las llaves del Fiat 600 a un costado mientras le hace un guiño a Caldera que a esta altura no puede creer lo que está viendo y se frota los ojos como un niño que recién se despierta.
- Calderón! Deje de toquetearse los ojos que no tiene conjuntivitis y póngase a jugar porque si no, le hago hacer 20 abdominales más!
La voz del Profe Echeverría retumba en todo el José Luis Hirsch.
Ninguno de los presentes presta importancia al hecho, pero el Profe está en pijama y con un sobretodo encima, como cuando lo llamaron a las 2 de la mañana Bilardo y Correbo para que se sume al equipo del ’82.

- Nene, hacé caso que yo se lo que es hacer 200 abdominales, yo ya lo pasé con Kistenmacher – le dice Eduardo Luján Manera a Calderón por lo bajo para que el Yacaré no escuche y se pone a hacer piques cortos para ablandar las piernas.
- Mirá que el Yacaré te deja todo roto de tanto hacerte correr y después no te cura ni Marelli, eh! – Acota Felipe Ribaudo mientras le sonríe a Echeverría y corre a darle un abrazo.
- Caldera, mirá como la clavo olímpica igual que contra el Boca de Rattín – grita El “Piojo” Zibecchi y, como quien no quiere la cosa, la clava nomás. El “Cusa” Orife mientras tanto, le cuenta a quien quiera escucharlo que sueña con romperla en Primera.
Cabezas, para no perder la costumbre y como para impresionar, hace 3 seguidos como contra Deportivo Galicia aquel 30 de marzo de 1976 por la Libertadores, cuando la muerte oscura andaba rodando por aquí.

- Dale Calderón, pateáme unos tiros así voy entrando en calor, soy Gabriel Mario Ogando, arquero, encantado.

- Alberto, en serio vinieron todos para jugar conmigo ? Pregunta José Luis

- Esto no es nada pibe – Le dice Zozaya con una sonrisa cariñosa y sobradora – esperá un ratito que alguno más seguro va a caer.

Casi todos comienzan a patearle unos tiros al arco a Ogando y al Flaco y, cinco minutos después, entran corriendo Ricardo “El Beto” Infante y el “Payo” Pellegrina, agitados como si hubieran perdido el tranvía que los trae a 57 y 1.
- Perdón Muchachos, se nos hizo un poquito tarde. Para quién juego ? Dice el Beto mientras se ata los cordones de los botines.
Que hacés Caldera, disculpame, no te había visto – acota el “Payo”.
- Jugás con nosotros, Beto – le dice Zozaya – o ya te olvidaste como era ?
El Beto lo mira, y así como venía la pelota que le había tirado el Nolo con la excelencia de siempre, la clava de rabona en un ángulo como en aquel partido contra Central, cuando el arquero rival se acercó a felicitarlo por el gol.
- Ahora andá a buscarla – Le dice Infante – Ahí tenés, mirá como me olvidé.
Infante y Zozaya se ríen y se dan un abrazo como si hiciera años que no se vieran.
José Luis no sabe a quien mirar primero.
Tiene a todas las glorias de Estudiantes ante sus ojos y no lo puede creer.
Nuevamente la 9 se empapa de lágrimas.
“Si mi viejo me viera con todos estos monstruos” piensa.

- Calderón, hey ! Calderón! Preste atención que voy a dar la charla técnica – Ruge el León Zubeldía.
- Préstele atención Calderón, yo se por que se lo digo, préstele atención, yo lo conozco a este tipo, vaya si lo conozco. No nos presentaron. Soy Mariano Mangano, Presidente del Club.
José lo mira como quien mira a un Prócer hasta que una voz, que le resulta familiar, lo trae de vuelta a la realidad.
- Jóse! Jóse! Dale pedazo de boludo! Dale que queremos arrancar. Dale que vinimos todos a jugar con vos! Es tu partido, boludo!
Yo conozco esa voz - piensa José Luis por unos instantes – Yo conozco esa voz - y comienza a buscar con la mirada para ver de donde viene.
Edgardo Prátola con los rulos sobre los hombros y metiéndose la camiseta dentro de los pantalones le sonríe desde la medialuna del área grande.
- Dale boludo, dale así arrancamos! – le repite el Ruso para aclarar los tantos y revolea un fulbazo a la tribuna para dejárselo bien claro mientras se acomoda el brazalete de Capitán.
- Vio Calderón, yo se lo dije. La 2 estaba reservada – Aclara Don Osvaldo para poder arrancar el partido.

IV

Teodoro Nitti, el árbitro, da por comenzado el match. A los 3 minutos, para ser exactos, los Profesores comienzan a dar cátedra. Solamente pasaron setenta años desde la última vez que jugaron juntos y sin embargo las paredes de Guaita y Scopelli salen solas. Tienen la misma vigencia que si las hubieran tirado ayer, domingo a la tarde. Lo llevan en la sangre.
El Ruso trata de cerrar como puede y de paso le pega un par de gritos a sus compañeros para que apuren la marca y no se duerman en los laureles. El Beto Infante toca con la maestría habitual para que Lauri se escape por derecha y lance un centro incontrolable como un rayo que Alberto Zozaya conecta de memoria con la cabeza, como a él más le gusta, para mandarla al fondo del arco. Un golazo.
- Veo que todavía te acordás – Le dice el Nolo a Don Alberto mientras lo abraza para festejar la conquista.
Zozaya se ríe y le hace un gesto a Ferreira como diciendo: “pueden pasar cien vidas y jamás voy a olvidarme”.

Al reanudarse el juego sale Calderón al ataque y hace una jugada de antología con Eduardo Luján Manera. Tocan ambos como si toda la vida hubieran jugado juntos. Felipe Ribaudo, Manera y Calderón se entienden de memoria y Prátola comanda desde el fondo. Los Profesores se miran desconcertados.
La jugada termina con un penal de Gabriel Ogando a Calderón.
- No me quedó otra que bajarlo porque se iba solo al gol – Explica el guardameta cuando Scopelli pregunta.
- Pateálo vos José Luis! – Grita desde el arco Oscar Pezzano – Dale que es tu partido!
Calderón lo mira a Prátola y le dice:
- Ruso, pateálo vos. Regaláme un gol más. Regaláme el de la despedida.
El Ruso le guiña un ojo como diciendo: “te debo una” y con actitud decidida parte hacia el punto del penal. Acomoda la pelota, toma carrera y la clava al lado del palo.
El estirpe de gran Capitán en el alma. Después de hacer el gol, automáticamente se besa la camiseta albirroja.
Ana Laura y sus dos nenas lloran de emoción en la techada. Zubeldía y Mangano también. José Luis lo abraza como se abraza a un hermano y Prátola cariñosamente le palmea la espalda.
Ambos caminan juntos hacia el centro de la cancha.
Antes que el partido se reanude José Luis se saca la número 9 y se la da a Prátola.
- Ruso, estás con nosotros – le dice y comienza a caminar hacia el costado de la cancha.
Los Profesores le hacen una doble fila de honor a José Luis. Lo van abrazando mientras sale del campo de juego y entra en la gloria. El Beto Infante llora de emoción.
La emoción de los grandes.
Con la salida de Calderón la gente comienza a treparse al alambrado. De a uno van subiendo todos.
El réferi lo mira a Prátola y le dice:
- Mister, hágase cargo. Ud. es el Capitán.
Pellegrina y el Yacaré Echeverría sonríen. Prátola, como buen caudillo, se encarga del asunto.
- Espere un cachito Jefe – le dice al árbitro – Espere que son todos amigos los que están subidos al alambrado. Está bien que están gritando como unos desaforados, pero son todos amigos. Espere que ya los bajo.
Che, loco, bájense y miren el partido! Ya sabemos que vinieron todos al partido de despedida del Jóse, pero siéntense y no hagan quilombo que queremos seguir jugando un ratito más!
- Ruso, vos no perdés más la maña de gritar adentro de la cancha eh ?Mirá que yo también juego con ese número! – Grita, subido al alambre, Julián Camino y todos le festejan la humorada.

José Luis Calderón los mira de frente desde la línea de cal y golpeándose el corazón con el puño derecho parece querer decirles “Gracias por todo, los llevo conmigo”.

De golpe el gesto de José Luis funciona como un bálsamo y uno a uno, todos los que están colgados del alambrado, van sentándose en la tribuna: Camino, el negro Rubén Agüero, Juan Carlos Delménico, el Bambi Flores, Hugo Medina, Raúl Forteis, Abel Herrera, Luis Raimundo, Alberto Poletti, Carlitos Cajade, Ignacio Peña, Antonio García Almeijenda, Hugo Issa, José Luis Brown, Néstor Togneri, Hugo Gottardi, Juan Ramón Verón, Guillermo José Trama, Marcos Conigliaro, Alejandro Sabella, Raúl Madero, Huguito Spadaro, “Juanchi” Taverna, Carlos Maschio, Oscar Malbernat, José Daniel Ponce, Milano, Rudzki, el “Petiso” Frassoldatti, el “Tucu” Aguirre Suárez, Henry Barale, el “Fantasma” Benito, Alfredo Letanú, Raúl Lavezzi, Miguel Ángel Russo, Eduardo “el Bocha” Flores, Rubén Horacio Galletti, Carlos Pachamé, Hugo Mateos. Todos.

El grito de “ Caldeeera, Caldeeera ” comienza brotar de las gargantas de toda la tribuna y a bajar por los tablones de madera del viejo estadio de 57.
Bilardo se arregla el nudo de la corbata y mira para otro lado porque no quiere que lo vean llorar.
En el alambrado quedó solo un chico trepado. Es Juan Sebastián, el amigo de José Luis que grita emocionado porque es el hincha más fanático….

V

Llovía a cántaros y las chapas goteaban por todos lados. El despertador sonó como cada mañana a las siete menos cuarto dentro de la diminuta habitación de paredes descascaradas.
La mamá de José Luis fue hasta el cuarto del fondo esquivando pelotas y camisetas a despertarlo.
- Má, no sabés lo que soñé, no sabés lo que soñé! – le dijo José Luis aún transpirado por el sueño a su Madre.
- Soñé que jugaba en la primera de Estudiantes Mamá, con todos los grandes!
Zozaya, Zubeldía, Manera, Pezzano, Prátola, Infante, Ferreira, Ogando, estaban todos Mamá. Estaban todos!!!!!!!!!!
Y sabés lo que me dijo Zozaya en el sueño Ma, sabés ? Querés que te cuente ?
Me dijo: Pibe, el viejo Ignomiriello algún día dirá que Estudiantes antes que deportistas forma hombres de bien. Ahora vos lo sabés tan bien como nosotros… Ahora sabés que nada en el mundo se compara a lo que siente una persona que se pone la camiseta del Pincha.
- Eso me dijo Ma! Y sabés que?
Sabes que, Mami ?
Ya se que quiero ser cuando sea grande. Quiero ser el goleador de Estudiantes de La Plata.

A raíz de la entrevista de anoche en la Radio, Ivan nos mandó de regalo este cuento donde confirma todo lo que habló anoche.


Mi casa de 57
De Iván Sadovsky

Al Zeide León
y a Guillermo Trama

Era linda mi casa de 57….
Al menos yo la veía linda….
Mi vieja, con su magro sueldo docente, no podía lograr que tuviésemos casa propia, así que allí alquilábamos y vivíamos todos…
El Bisabuelo León, la Abuela Jacinta, mi Mamá y yo.

Por tradición familiar y por cariño, al Bisabuelo todos le decíamos “Zeide”, que significa “Abuelo” en Yiddish.
En mi casa, el Yiddish sólo se usaba para nombrarlo a León y para que mi Mamá y mi Abuela hablasen de cosas que yo no tenía que enterarme porque era muy chico para poder entenderlas…

Pero lo mejor de todo era vivir en la calle 57.
La misma calle de la gloria eterna… a pocas cuadras de donde el paraíso se mezcla con el cielo.
La misma calle de la cancha de Estudiantes.

Era, en aquella época, muy aburrido ser hijo único.
Sobre todo los domingos por la tarde….

Era raro tener que jugar solo a la pelota….
Ser arquero y delantero al mismo tiempo.
Algo parecido a ser Guillermo Trama con los guantes de Delménico.
El asunto era más o menos así….
El patio era chico…. muy chico, y yo, con 12 años, me las tenía que arreglar para hacer la jugada… cobrar el penal… patear… y atajarlo al mismo tiempo.
No era tan sencillo como parece a simple vista.
Había que estar muy concentrado para saber en que momento ser Paolo y en cual Delménico.
Por suerte el Dr. desde el banco de suplentes me daba siempre una instrucción precisa sobre que hacer en cada jugada.
Contaba, eso sí, con la inestimable colaboración de la descascarada pared del fondo, que hacía las veces de equipo rival.
Yo pateaba siendo Guillermo Trama y, cuando la pelota rebotaba en la pared, me transformaba en Juan Carlos Delménico para atajar el penal salvador que nos daba el campeonato.
Siempre ganaba los campeonatos atajando el penal que nos daba el triunfo y nos permitía conservar ese punto de diferencia con el equipo rival que venía segundo en la tabla general….
Siempre en el último minuto…
Cada domingo era lo mismo…

La voz de Tito Ruffa desde Radio Provincia en la “Tonomac Siete Mares” que cada fecha, religiosamente a las 14, le robaba silenciosamente a mi vieja, aullaba gritando mis goles aunque solo yo pudiese escucharlos….
No importaba si frente a mi equipo estaba Sarmiento de Junín, Platense, Racing de Córdoba o Unión de Santa Fe….
Tampoco si le tenía que patear un penal a “Chocolate” Baley o atajarle uno a Juan Domingo Rocchia…
Tenía que ganarle a todos si quería dar la vuelta.

No viene al caso, pero la historia marca que me expulsaron solo una vez en aquel campeonato…. No me olvido más…
La primera tarjeta roja de mi vida…. Aunque no la última.
Jugábamos la Octava Fecha del Metropolitano ‘82 contra Ferro y veníamos cero a cero…
Gerónimo “Cacho” Saccardi me sacudió un terrible bombazo desde fuera del área y yo, Delménico, desvié la pelota con una volada de antología pero con tanta mala fortuna que el esférico hizo tronar el vidrio que daba al comedor y mi vieja me sacó la roja inmediatamente..
Ni siquiera amarilla…. Roja directa y me fui llorando a los vestuarios que, dicho sea de paso, se parecían bastante a mi habitación.
Por suerte el equipo no sintió mi ausencia y aguantó el cero a cero en un partido que venía muy, pero muy chivo.
La que si lo sintió fue mi pobre vieja, que tuvo que pagar, como pudo, el cristal destrozado.
Seguramente al día siguiente, no aparecería yo en los destacados de la revista “Goles” y el puntaje no pasaría de un 5 por mi expulsión.

No había, en mi patio, chicos que alcanzaran pelotas y que usaran buzos rojos con puños blancos y con la palabra “Estudiantes” escrita en manuscrito en la espalda, así que la “Pulpito” marrón con rayas blancas me tenía que durar todo el campeonato porque mi vieja me compraba una por torneo… de Marzo a Diciembre.
Si la “Pulpo” se pinchaba o se rompía, no había campeonato hasta el año siguiente a menos que la Abuela Jacinta contribuyera para comprar la sustituta.

Cuando durante los partidos la pelota se iba fuera, es decir, a la casa del vecino, estaba en serios problemas.
Allí, en “lo del vecino”, vivía la Sra. García que tenía un estrabismo que hacía que jamás supieras para que lado miraba. Tenía también una hija grande, la Lili, que se había quedado soltera al cuidado de un perro malo que siempre mordía.
Cuando la redonda se iba por encima del travesaño, es decir, por encima del tapial, tenía que avisarle a mi Mamá para que vaya a tocar el timbre porque, si yo saltaba la tapia, el perro, seguramente hincha de Gimnasia, me correría con todo el afán de hincarme los dientes y lesionarme para que no pudiera jugar la próxima fecha.

La antitetánica era como una fecha de suspensión en esos tiempos lejanos.

Contaba, también, en mi infancia, con mi propia hinchada.
Aquella que coreaba mi nombre aunque yo no estuviese jugando el mejor partido y nadie más pudiese escucharlo…
Salvo mi imaginación claro, ese lugar en donde yo era el gran Paolo Trama al comando del equipo.

Los malvones y jazmines de mi abuela formaban parte de la popular y el Zeide León, en su sillón plegable rojo y blanco, estaba en la platea preferencial.
Mi Bisabuelo se pasaba las tardes mirándome patear hacia la pared.
Quizás verme le recordaba su infancia pobre en Rusia donde había que inventarse juegos si uno era chico y quería jugar.
Y era mi mejor hincha… el más fanático… el que aplaudía mis goles, mi tacos, mis gambetas y mis atajadas
Un viejo hermoso que fue capaz, entre tantas otras cosas, de llorar conmigo una vez que me expulsaron injustamente y la bronca pudo más…

Era hermoso vivir en 57…
La misma calle de la gloria eterna… a pocas cuadras de donde el paraíso se mezcla con el cielo.
La misma calle de la cancha de Estudiantes.

Nunca gané tantos campeonatos como en aquellos domingos en 57….

Lástima que hayan pasado tantos años y mi Bisabuelo ya no esté para corear mi nombre cuando yo, Paolo Trama en el patio de mi casa, haga ese gol que nos de, una vez más, el campeonato.


Acá debemos agregar que ESTUDIANTES DEL PARQUE SAAVEDRA SALIÓ CAMPEÓN DE LA LIBERTADORES 2009. Iván me envió este texto y estas fotos del sábado 25 de Julio en la presentación de la expedición Aconcagua 2010 en el local de Locos por el Fútbol (Ver entrada aparte)

La Copa de Estudiantes del Parque Saavedra

Cuando jugaba en Estudiantes del Parque Saavedra, hace ya muchos años, no soñaba con este presente de gloria.
Escuchaba a los mayores hablar de aquella época dorada del ´68 pero claro, yo no había nacido, no pude vivirla más que a través de experiencias contadas un sábado a la tarde en un banco del Parque por nuestro Técnico.
Mi sueño máximo en aquellos sábados, siendo Oscar Pezzano, era que Diego Solís no me clave un gol en el último minuto.
El Capitán de aquel Team, la Bruja Verón, que en el Parque se hacía llamar Dieguito Raimundo para pasar desapercibido se cargaba el equipo al hombro y hacia allá íbamos, tan lejos como nuestra inocencia y nuestros sueños nos lo permitían.
Aquel Capitán soñaba ser periodista “para estar en Estudiantes” y yo, Oscar Pezzano, soñaba ser músico.
Diego es actualmente el Secretario de Prensa del Club y yo escribí “El Cielo nos queda muy chico”, la canción oficial de Estudiantes de La Plata.
Ambos cumplimos nuestro sueño más anhelado, pero nos faltaba uno, que cumplimos esta tarde.
Hoy, con casi cuarenta sobre el lomo y ya retirados de las canchas, creo que recibimos el premio máximo a nuestra vasta e interminable trayectoria como deportistas.
En realidad recibimos el premio máximo a nuestra trayectoria como amigos que es tanto más vasta que nuestra trayectoria con el balón.
Esta tarde, con el Capitán Raimundo recibimos el premio mayor.
Por supuesto en nombre de todo el equipo, como corresponde, pero al menos yo, al ver al Capitán alzar la Copa no pude dejar de recordar al mentor de aquel glorioso equipo.
Estoy seguro que Diego pensó lo mismo y ambos cuando recibimos este premio nos acordamos de la misma persona. De Luis, su Papá, nuestro propio Bilardo….

Dieguito, hoy comprobé lo que tantas veces te escuché decir…
Es verdad: Sos el mejor, y te mereces esta Copa más que nadie.

Salud Capitán del Glorioso Estudiantes del Parque Saavedra!






Iván consiguió entre sus recuerdos la foto de ESTUDIANTES DEL PARQUE SAAVEDRA, por lo tanto acá la publicamos para ver a los intregrantes de ese equipo



ESTUDIANTES DEL PARQUE SAAVEDRA

Cuento de Iván Sadovsky


En Diciembre hace un calor de cagarse…..
Por suerte ya se terminan las clases y no hay que sufrir más la corbata azul con la camisa blanca de cuello almidonado….
( Ni hablar de los pantalones de franela gris…. )
En Diciembre hace un calor de cagarse…..
Pero está bueno porque es el cumple de Dieguito…. El 3 de Diciembre siempre está reservado…..
No hay fiesta de fin de curso que valga, por más que Tita, su Mamá, haga fuerza desde el Normal 3 para que no se superpongan las fechas…. El 3 está reservado para el cumple de Dieguito.
A la mañana uno ya empieza a ponerse nervioso…. Es jugar a ciegas sin conocer al rival….
O peor, es como jugar contra el Estudiantes de Zubeldía que era capaz de cambiarte los números de las camisetas para que no sepas a quien marcar….
Llegan las dos de la tarde y, Don Luis, el Papá, con su santa paciencia, nos espera a todos en su casa.
Cuando no falta ninguno, partimos hacia el Parque Saavedra, nuestro propio 57 y 1….
Como formarán los equipos ? Quién será rival de quién?
Todos somos importantes en el equipo aunque Dieguito, por ser hijo del DT, tiene que rendir examen doble en cada cumpleaños…
Llegado el momento del match, todos nos ponemos nombres de jugadores… El Chango Gurrieri, el Tata Brown, Paolo Trama, el Tano Galletti, el Flaco Landucci, Manzanita Gette y Oscar Pezzano ( ese soy yo, que, por gordito, me toca el arco sin discusión…! ) Diego Solís elige ser Claudio Marangoni como buen hincha del Rojo, y el Negro Pablo elige a un jugador de Lanús porque su Papá es hincha de Lanús….
Dieguito, obvio, por ser el del cumple elige el mejor nombre, ese que queríamos todos y que, por cortesía entre pequeños caballeros, a modo de secreto regalo entre chicos de 11 años, todos le dejamos elegir….
En tu cumple…. elegís el mejor nombre…
Dieguito es la Bruja Verón, con la once en la espalda y el equipo al hombro !
Don Luis, que es nuestro Bilardo, arma los equipos y así salimos….
Hasta precalentamiento hacemos….
Arranca el cotejo y a la primera patada que vuela, ( gentileza de la suavidad de Solís ) Luis, que aparte de ser Bilardo también hace las veces de referí, para el partido y nos pega terrible reto….
Nos cagamos todos con el reto porque el técnico se pone serio y comenzamos a jugar con una suavidad que podría trasladarse al Teatro Argentino y ser un espectáculo de ballet…
El fútbol es arte en movimiento, pero, el arte nos dura 4 minutos y volvemos a las patadas!
Bilardismo o Muerte !
Martín, el hermano menor de Dieguito, se hace el lesionado porque van ganando y Luis mira para la avenida 66 como haciéndose el distraído…
Todos sabemos que a Martín no le duele nada pero, como somos Bilardistas, pensamos que si fuésemos ganando también haríamos tiempo, así que maldecimos para nuestros adentros y soñamos con el gol salvador de último minuto…
Vuelan 2 patadas mas y Don Luis renuncia a los retos y disfruta de ver a Dieguito ser la Bruja…
Disfruta de ver a su Bruja correr detrás de una pelota, ordenar el equipo y tener “aquella” pegada exquisita como la que él vio en el ’68… ( A espaldas de Tita para que no se pudra todo en casa ).
Dieguito disfruta de ser la Bruja en este Estudiantes del Parque Saavedra….
Nos ordena, nos dice a quien marcar o a que palo tirarse cuando Luis cobra un penal…
Me hace señas con la mano señalándome la baldosa izquierda… ( Los arcos los marcamos con baldosas )
Marangoni patea y Pezzano ataja….
La vieja historia de este Estudiantes del Parque Saavedra !
Al contraataque sale Dieguito, con el guante blanco en la zurda y la once hacia el arco rival y clava ese golazo salvador que nos da la victoria…. Bien Bilardistas… como debe ser….
Luis se ríe desde el banco y disfruta como uno más de nosotros que la Bruja, su Dieguito, la clavó al lado de la baldosa cuando se terminaba el partido!
5 a 4 y a llorar a la Catedral !
Marangoni chilla un poco pero no mucho… todos disfrutamos de estos partidos, no importa quien gane !
Es nuestra mejor excusa para pasar un rato más juntos por fuera del Normal.
En la casa de Dieguito nos espera Tita con la Fanta Naranja, los chizitos y las papafritas!
Los mejores cumpleaños !
Cuando salía a la cancha el glorioso Estudiantes del Parque Saavedra !

Cuando pase el tiempo, dentro de 30 años, en los cumpleaños de Bruno, el hijo mayor de Dieguito, va a saltar a la cancha el glorioso Estudiantes de City Bell, pero con arcos de verdad, no de baldosas !

Y Bruno va a ser Dieguito…. y Dieguito va a ser Luis, dirigiendo en la cancha y mirando para otro lado cuando Julián, el menor, se haga el lesionado para hacer tiempo y afanarse el partido…..
Así son los Bilardistas….
Lo transmiten de generación en generación…..

Todos los compañeritos de Bruno, como buenos caballeros de 10 años, lo van a dejar elegir el nombre del mejor jugador ….
….y Bruno va a ser la Brujita, el hijo de la Bruja, que, con la once nuevamente, se va a cargar el equipo al hombro, como hacía su padre 30 años atrás….
“Vamos ganando, tenemos que hacer tiempo” va a gritar Clarita, la del medio, una Leona de Oro, desde el costado de la cancha, y Diego, su Papá, la Bruja, se va a sonreír y el corazón se le va a llenar de orgullo, como le pasaba a Don Luis…..

Porque, al fin y al cabo, no hay nada más hermoso que la pasión transmitida de padres a hijos…

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