domingo, 15 de mayo de 2011

Monólogo de un orgulloso

María Laura de la Plata, aportó este extracto del cuento de Peroni. Es ideal para la época de vacas flacas flacas...

¡Pensar que muchos hinchas rompen los carnets de socios cuando desciende! Están locos. El amor a tu equipo está más allá de todo. Te lo juro como que me dicen Pitu. Esa tarde contra Lanús lloré como un condenado.

Vos no sabés lo que se siente cuando te das cuenta de que te fuiste. Es como una puñalada en el bobo ¿viste? Bah, digo. Me imagino que eso duele mucho. La cuestión es que se me cayeron los lagrimones durante toda la semana. Con decirte que le dije a mi socio que atienda el boliche porque no quería salir a la calle. ¡Y después me vengo a enterar de la marcha del silencio!, que tipos jodidos.

Pero la vida te da revancha. Nosotros volvimos en mayo y un mes después ellos perdieron el campeonato. ¿Hicimos marcha? No, querido. Pitu es Pincha, y con eso basta. Que los demás hagan lo que quieran.

Como te estaba diciendo: la cosa se veía negra. Porque no nos fuimos a la B, como era antes. Eso es otra cosa. En los viejos tiempos, si descendías jugabas con Arsenal, Morón, Atlanta, Chicago, a lo sumo, con Argentino de Rosario.

Ahora no. Con esta historieta del Nacional B, te tenés que comer el garrón de viajar como un condenado. Y sabés que jodido es ganar en Salta, en Jujuy o en Mendoza. Es bravo. Son como cuarenta equipos que se matan. Ahí no hay tu tía para nadie. Cuando vas a Rafaela o Tucumán te querés matar. La gente de la zona te copa la cancha y lo único que quieren es ver a su club regional cumpliendo el sueño de jugar en Primera.

No es joda, en serio te digo. Y yo sabía eso, por eso estaba preocupado. No era soplar y hacer botellas. Igual empezamos a demostrar que éramos grandes cuando la otra fecha jugamos con Racing, acá en La Plata. Mirá…mirá como se me pone la piel. Me vuelvo loco cuando me acuerdo. Era el último partido en primera y llenamos la cancha para llevar en andas a los jugadores. ¡Que locura! ¡Pensar que algunos bobos nos cargaban por eso! No entienden nada.

Ese fue el primer paso para volver enseguida. ¿O que íbamos a hacer? ¿Putear a esos pibes? Jugaron mal, sí. Pero la cosa venía desde los últimos tres años. No, dejá. Qué putear. Los apoyamos desde el mismo día que se despidieron de primera. ¡Y no fue casualidad, eh! Hicimos eso porque sentíamos que ya estábamos volviendo. No nos quisimos convencer, pero sabíamos que ya estábamos de regreso.

Porque en las buenas son todos amigos ¿viste? Los pingos se muestran en las malas, y te juro que esa tarde yo vi como se fruncían para no dejar caer las lágrimas. Fue como un pacto sagrado. No llantos, no reproches. Fuegos artificiales y aliento. ¿Cómo querés que te cuente si no estuviste? Dejalo ahí.

Miguelito y Luján metieron mano. Trajeron al Chocho, compraron a Chiquito y llegó la banda de uruguayos que nadie conocía. Pero Estudiantes tenía un equipazo para el Nacional. Puf. Era mucho falco. Verón, los dos Capria, Calderón, París, Prátola y Cordobita. ¡Mamita! ¿Qué más querés? Te digo más: si ese año jugábamos en primera no se si éramos campeones también.

Y llegó el primer partido del Nacional. ¡Que cosa de locos! Fue el día en que Estudiantes volvió a las fuentes. Estaban todos. Pero no los viejos tabloneros como yo, que siempre están en todos lados. No, todos. El pibe con el padre, la madre, las hermanas, los tíos y los abuelos. Ese día marca un quiebre en nuestra historia. Te lo juro chabón, esa cancha no daba más. Se venía abajo. “Todos los momentos que viví…”, cantamos enloquecidos. Igual empatamos con Chaca y debo admitir que un poquito de miedo nos agarró. Nosotros pensábamos que nos íbamos a comer a los chicos crudos. Algo quedó claro en aquella tarde de primavera. No teníamos nada que hacer en el ascenso, loco.

En Rafaela, Tucumán, Santa Fe, Rosario, Córdoba, Mendoza, Pergamino, Salta, en todos lados copamos. Y no es una manera de decir. Co-pa-mos Los locales miraban nuestra cabecera y se morían de envidia. No lo podían creer. Para colmo, el equipo les daba un paseo. Nunca me voy a olvidar lo que le dije un día a mi socio: ese equipo era tan bueno que me aburría. Ganaba fácil viejo.

Al final pasó lo que sabés. Volvimos como un resorte. Ganamos el torneo no se cuántas fechas antes y fuimos el campeón con más puntos de la historia del torneo. Nada de octogonal y esas cosas. Derechito, como por un tubo.

¿Pero sabés por qué te cuento todo esto? Porque sos mi amigo. Y ayer tuve un sueño raro. Un sueño muy real, tan alegre como triste. Soñé que estaba en la cancha ¿viste?, en el mismo lugar de siempre, con los muchachos de cancha de toda la vida. Y estaba puteando. Es lógico, si seguimos así vamos a volver al Nacional. Y no todo en la vida se sube y se baja, eh. Mirá Platense y Ferro.

Bueno, estaba yo puteando y de pronto se fueron todos. Me quedé solo. Desaparecieron los jugadores, los hinchas, los árbitros. Todos, todos. Quedé como loco malo y sin saber que hacer. Cuando me estaba yendo sorprendido, un flaco me invita a sentarme a su lado.

- ¿Porqué insultas? – me preguntó.

Me quedé mudo e inmóvil del julepe. Y la voz siguió. Ser de Estudiantes es algo que llevás para toda la vida. Esto no es fulbito solamente. En este club siempre habrá alguien que borre todo lo malo que se pudo haber hecho. Yo nací en esta casa, crecí atrás de una pelota con franjas rojas y blancas en mi pecho. Tuve la desgracia de ser cómplice de un descenso angustioso. No pude hacer nada, me putearon, me criticaron. Pero cuando uno entra en esos vestuarios se da cuenta de que nuestros antepasados dejaron algo que vuela en el aire y que es imposible eludir. Lo sentís, te penetra.

Pusimos el pecho a las balas y volvimos a primera. Los mismos que me insultaron pidieron mi camiseta y me transformé en ídolo del club. Hice plata y viajé. Jugué en otros clubes pero nunca sentí algo igual a lo que siento por Estudiantes. No conocí club de fútbol que contenga la magia inexplicable de condición triunfalista que tiene éste. Estaba lejos y me seguían llamando. Yo preguntaba siempre cómo había salido el Pincha y, cuando pude, me volví. Sentí el cariño de una familia que no sabe de traiciones y desengaños, que recuerda y valora que, a diferencias de muchos otros, conserva en la gloria a sus referentes históricos.

Que curioso habrá sido mi destino que mi último partido fue un clásico contra Gimnasia. Hoy lo disfruto desde otro lado, desde donde todo se puede analizar globalmente. Y te aseguro, macho, que no existe en el universo, en toda la galaxia misma, una mística como la nuestra. Cuidala y conservala, porque también es tuya.

Cuando me desperté, sentí la necesidad de ir a la cancha. De apoyar, sufrir y alentar. De festejar los triunfos y superar los fracasos. Porque es cierto, amigazo, con ser hincha de Estudiantes alcanza. Mejor dicho, sobra. Y, en definitiva, ese aire que me transmitió el rusito del sueño nos va a mantener siempre en los primeros puestos del fútbol nacional. Le duela a quien le duela. Ah, y si te cruzás con ellos algún día, preguntales cuando es la próxima marcha del silencio.



Extraído del libro “La mística no es cuento” de Jorge Peroni

3 comentarios:

  1. Hola, quisiera saber donde puedo conseguir el libro de Jorge Peroni en La Plata, o la editorial para comunicarme, porque lo busqué por varias librerias pero ya no lo consiguo y es hermoso. Desde ya, muchisimas gracias por cualquier dato.Noelia

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  2. HOla, quisiera saber donde puedo comprar el libro de Jorge Peroni, en la Plata, porque lo busqué por varias librerias y no lo puedo conseguir. Desde ya muchas gracias a quien me ayude. Noelia

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  3. Hola Noelia. Le escribí a la persona que me aportó la obra para ver si sabe donde lo podés conseguir, o si ella tiene un extracto, o como llegó a sus manos. Mandame un correo a nestorcarlosmdp@gmail.com para que agende tu dirección y si tengo alguna respuesta te la pueda enviar. Gracias

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